Capítulo 2

Bueno... Estoy escribiendo una historia, y he visto que hay gente a la que le gusta... Continuación del capítulo 2 Miré tristemente al que iba a ser mi enemigo en los juegos. Sí, mi mejor amigo, el ser que más quería en este mundo después de la niña que antes me miraba. Bajé la cabeza, haciendo coincidir mi mirada con los zapatos planos que llevaba, mirando el suelo. Noté la mano de Effie sobre mi hombro, y, una vez más, como cada año, recitó su célebre frase, que hizo que me estremeciese, que me hiciese pensar en que ya no era una simple y corriente chica del Distrito 12, si no que ahora era una tributo más junto a otros veintitres chicos más. - ¡Bienvenidos a los Juegos del Hambre!-chilló Effie, con su particular acento del Capitolio. Me quedé paralizada al ver como nuestro Distrito, de nuevo, nos aplaudía a Howard y a mi. Effie nos llevó a Howard y a mi detrás del escenario, donde había un edificio completamente colosal, en aquel edificio, nos darían unos minutos para despedirnos de nuestros familiares. Antes de las visitas, hablé con Howard, sobre como serían los juegos con un par de jóvenes que han vivido toda su vida juntos, y que gracias al Capitolio tendrían que ser enemigos pese a todo lo que habían pasado juntos, pese a su amistad, pese a... todo. Un guardia, literalmente, nos separó a golpes, porque Howard no quería alejarse de mí, según él "Porque los amigos sufren juntos, lloran juntos y ríen juntos". El guardia intentó hablar, dialogar. Pero, Howard, lo solucionó con una reacción estúpida, lo que hizo que de "regalo" se llevase un puñetazo en la sien. Cuando se lo llevaron, me alivié y cerré los ojos, mientras Iverion se sentaba enfrente mío. Sola, sin nadie detrás, supuse que mi madre estaría muy dolida. Parecía triste y enfadada. - Debiste haberla dejado ir.-dijo Iverion enfurruñada. - No pude.-dije simplemente.-Saber que es mi única amiga, y la única que tendré es algo que me importa mucho, y además está... ya sabes. - Pero ímaginate en la arena. - Podré sobrevivir si no me matan. - ¿Pero y si lo hacen?-preguntó ella, insistiendo. Me limité a callarme y a encoger los hombros, en señal de que no la hice caso en lo de no ir a la arena, y de que lo hecho, echo está, y punto redondo. Justo cuando los guardias venían para llevársela, para alejarla de mí, besó un pequeño broche y me lo lanzó. - Recuérdame.-dijo como si fuese una pequeña orden. - Siempre.-dije y la besé la mano, probablemente sería la última vez que lo hiciese. Me mantuve fuerte, sin derramar una sola lágrima, y miré a la siguiente visita: la madre de Howard, sí, mi enemigo en la arena, con el que lucharía a muerte. - ¿Cuidarás de él, verdad?-preguntó Kira, simplemente asentí. - Como si fuese mi vida. No permitiré que lo maten.-dije, afirmándolo como si fuese obvio, como si fuese una promesa a muerte, que cumpliría rotundamente. - Te traje un regalo, que ojalá te dejasen llevar a la arena. Kira desenvolvió en un trapo una cinta de seda de color crema y una pluma del primer pájaro que cazamos Howard y yo juntos. Era nuestro pequeño símbolo, aquella pluma multicolor era una pequeña parte de mi. La apreté contra mi pecho, notando la suavidad de cada una de las partículas que formaba la pluma anteriormente, y que ahora se han deshecho. Con la cinta no sabía que hacer, pero tuve la sensación de que sería útil, me la até al pie. Kira asentió, y se fue sin que un guardia viniese a por ella. Un Agente de la Paz vino a la sala y me dijo palabras que no entendía, con tanta visita no lograba colocar esas palabras en mi mente, solo algunas; "Sangre", "Arena", y esas palabras tan típicas de los Juegos que aunque lo dijese con sigilo, no me enteraba. Se fue rápidamente y un guardia me indicó que fuese al fondo de la sala, donde estaba Effie, aguardándome para ir al tren que nos llevaría al Capitolio...

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